viernes, 12 de octubre de 2012

Octubre, ese tormento.

Ella decía que amaba el otoño, sus perplejos ojos contemplaban la caída de la lluvia mientras ella jugaba a sostener las lágrimas cual posavelas. La mirada perdida en el espesor de la niebla solamente reflejaba su voluntad de escapar con la conciencia tranquila. Su lacio cabello intentaba calmar una tormenta cada vez más inevitable,  tan triste como inoportuna, y que marcaría el resto de su vida.

Ella decía que amaba el otoño, que me amaba.

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